Los adultos para este fin, hemos elaborados tres discursos diferentes pero muy relacionados, sobre como son nuestros jóvenes. Se afirma el hedonismo de la juventud, su valoración del placer como criterio moral. Además, existe un cierto énfasis en su espontaneidad e irracionalidad. Es, pues, una juventud materialista, que persigue la realización personal en términos de tener y consume activamente los productos del mercado juvenil.
La juventud es igualmente conformista y descomprometida, se desentiende de la política y de su papel transformador de la sociedad. Los jóvenes permanecen en el ámbito privado y no se ocupan de lo público como reacción a la desconfianza en las instituciones políticas. Esta tendencia a la privatización supone un cambio de valores: se prefiere la libertad privada a la igualdad.
Por último, asistimos a un fuerte narcisismo, que se describe como interés por el autoexamen, preocupación por la realización personal y espíritu biológico consciente.
La implantación de estos discursos es importante. Está en los medios de comunicación, en las ideas de educadores, filósofos, padres, etc. Su presencia es tan fuerte que los propios jóvenes han de pronunciarse frente a él, negarlo o afirmarlo, no pueden permanecer al margen.
Así surge la opinión pública, manifiestando una preocupación por que la juventud no cumpla el papel que está llamada a desempeñar en su etapa adulta. Temor a los excesos hedonistas (sexo, drogas), a la falta de valores apropiados desde la moral adulta dominante, a la desimplicación en lo público. Pero este discurso sirve también para mantener a la juventud en una práctica minoría de edad: no están preparados para las responsabilidades adultas, no pueden ser aceptados como actores sociales plenos, mientras se les exige responsabilidades a los jóvenes, se les deniega la posibilidad de que las contraigan.
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